Los niños/as hasta cierta edad ven a sus padres como sus héroes, piensan que son los más fuertes, los mejores; y esta mirada contribuye sustancialmente a que los imiten. No solo se divierten sino que al dramatizar, fijan estos modelos como parte de su persona. Cuando avanzan en edad y se acercan a la pubertad, lo aprendido de los padres marca su personalidad y ellos siguen siendo modelos significativos aunque desde lo consciente no estén de acuerdo con algunas cosas.
Los niños/as aprenden de sus padres no solo a hacer diversas cosas desde lo concreto, sino desde lo socio emocional, desde gestos, tonos de voz, formas de expresarse, a relacionarse, a interactuar, a resolver situaciones complejas, a reclamar, a defenderse, a argumentar, y muchas otras cosas más, incluso modos de manejo de emociones e impulsos. Son aprendizajes que tienen mucha fuerza y se instalan en su personalidad.
Si los hijos/as están expuestos a situaciones de falta de sinceridad o falta de respeto, por mucho que se le hable de la importancia de decir la verdad o se le explique que deben respetar, se genera confusión e inconsistencia entre el discurso y el actuar. Tenderá a ser más fuerte el modelo de la actuación de los padres que el de las palabras.
Es importante que exista coherencia entre lo que dicen los padres, lo que hacen, y lo que piden a los hijos, porque de lo contrario se exponen a perder espacio y valoración como autoridad.
Así que, reflexiona sobre tus propias actuaciones:
Los niños/as aprenden de sus padres no solo a hacer diversas cosas desde lo concreto, sino desde lo socio emocional, desde gestos, tonos de voz, formas de expresarse, a relacionarse, a interactuar, a resolver situaciones complejas, a reclamar, a defenderse, a argumentar, y muchas otras cosas más, incluso modos de manejo de emociones e impulsos. Son aprendizajes que tienen mucha fuerza y se instalan en su personalidad.
Si los hijos/as están expuestos a situaciones de falta de sinceridad o falta de respeto, por mucho que se le hable de la importancia de decir la verdad o se le explique que deben respetar, se genera confusión e inconsistencia entre el discurso y el actuar. Tenderá a ser más fuerte el modelo de la actuación de los padres que el de las palabras.
Es importante que exista coherencia entre lo que dicen los padres, lo que hacen, y lo que piden a los hijos, porque de lo contrario se exponen a perder espacio y valoración como autoridad.
Así que, reflexiona sobre tus propias actuaciones:
-Los hijos imitan las conductas de los padres. “Un ejemplo vale mil palabras”.
- Ser modelo de los hijos no es una tarea fácil, es un proceso permanente, en el que se pueden hacer ajustes, mejoras y cambios, para tener comportamientos y hábitos adecuados que pueden transmitirse a los hijos. “Lo que hagan tiene un impacto positivo y negativo“.
- Si se dan situaciones complejas y acciones equivocadas por parte de los padres, no significa que no se puedan reparar y superar, es más, partiendo del reconocimiento del error los hijos aprenderán a corregir, y hay tiempo para conversar y analizar cada situación.
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